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  DE INTERÉS MÉDICO  

Una mirada alternativa

Promueven el abordaje precoz de la enfermedad cardiovascular en la mujer

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El Ateneo de Farmacología del Consejo de Médicos aportó una mirada alternativa para la prevención y la promoción de la salud de la población (Alejandra Beresovsky).
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Dra. Albertina Ghelfi

El martes 28 de octubre, se realizó por vía virtual el Ateneo de Farmacología Clínica “Rigidez arterial en la mujer: cómo la velocidad de onda de pulso puede revelar el riesgo cardiovascular oculto”. 
La charla estuvo a cargo de la Dra. Albertina Ghelfi, Jefa de la Unidad de Hipertensión Arterial y Riesgo Cardiovascular del hospital-escuela Eva Perón, de Santa Fe, y coordinadora del Grupo de Trabajo de Hipertensión Arterial en la Mujer de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial. 
Los ateneos del Consejo de Médicos de la Provincia de Córdoba (CMPC) se realizan en el marco de la Red de Médicos en Farmacovigilancia, dependiente de la entidad.
La Dra. Ghelfi reveló que su interés en el tópico abordado surgió de la pregunta sobre qué más se puede hacer para calcular el riesgo cardiovascular en la mujer y comenzó su disertación detallando el contexto en el que se analiza el tema. 
Recordó que la enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte en la mujer en todo el mundo. En muchos países de Europa, por caso, las enfermedades del sistema circulatorio representan más del 50% de las muertes en la población femenina. En tanto, en Estados Unidos, la enfermedad cardiovascular genera más fallecimientos que todas las neoplasias que afectan a la mujer en conjunto. Finalmente, en Argentina, la enfermedad cardiovascular provoca el fallecimiento de una de cada tres mujeres. 
“La pregunta es “¿Por qué?”. Nunca tuvimos tanto desarrollo científico o médico-tecnológico como en 2025. Podemos poner dos tiras, tres electrodos y entender la hemodinamia cardíaca que leíamos en los libros de fisiología cuando fuimos a la facultad. Podemos hacer un cohete y enviar a un hombre a la luna. ¿Por qué nos seguimos muriendo de lo mismo, de algo que es extremadamente conocido como dato epidemiológico y estadístico?”, interrogó Ghelfi. Y añadió que, como todo problema complejo, no puede tener una respuesta simple y lineal. 
Una de las causas está relacionada con el desconocimiento, según manifestó la expositora. “Las propias mujeres no identifican a la enfermedad cardiovascular como un problema ligado a su género”, señaló. Indicó que, según estudios epidemiológicos, de diez mujeres, seis van a identificar al cáncer ginecológico como principal causa de muerte; que sólo cuatro de cada diez mujeres discute alguna vez con su médico la posibilidad de desarrollar enfermedad cardiovascular, y que únicamente tres de cada diez la reconoce como una causa de muerte entre las mujeres.
Por otro lado, apuntó que “existe una gran subestimación del riesgo cardiovascular de la mujer por parte de los equipos de salud”. En este aspecto, precisó que, en algunas series, sólo el 40% de los chequeos de salud realizados en mujeres incluyen examen cardiológico, al tiempo que, ante iguales escenarios clínicos, se asigna a las mujeres un riesgo cardiovascular más bajo que a un hombre. 
De hecho, una vez obtenido el diagnóstico, es menos probable que una mujer reciba las mismas conductas intensivas que se indican en un varón y, en caso de internación, reciben el alta hospitalaria con mayor prontitud y menos recomendaciones preventivas. 
Una investigación presentada en el XXVIII Congreso Argentino de Hipertensión Arterial, en 2022, que incluyó una encuesta realizada a más de mil mujeres profesionales de la salud, reveló que sólo tres de cada diez sabían que la enfermedad cardiovascular era la principal causa de muerte en su grupo. Además, entre las encuestadas, más del 70% manifestó que no contaba con médico de cabecera; aproximadamente el 40%, tenía más de cinco años de no realizarse un control de salud formal; seis de cada diez, señalaron que realizaba consultas “de pasillo” para resolver problemas de salud y, entre las que indicaron tener chequeo clínico en el último año, el 39% indicó que no se le controló la presión arterial en el examen clínico. 
Con estos datos en mano, la especialista preguntó cuánto tienen que ver los profesionales de la salud en la falta de percepción de riesgo. 
Con una expectativa de vida en Argentina de 82 años, existe la idea de que la edad fértil (entre los 15 y los 45 años) es una etapa de la vida en la que, a la mujer, la “protegen los estrógenos”, señala Ghelfi. Sin embargo, alrededor del 45% de las mujeres mayores de 20 años tiene algún tipo de enfermedad cardiovascular y menos del 50% llega al embarazo con buena salud cardiovascular, de acuerdo con la American Heart Association for Women. 

Factores
La disertante recordó que las mujeres no están sometidas a los mismos factores de riesgo cardiovascular que los varones, por lo que –destacó– la evaluación tampoco debería ser la misma.     
Los factores de riesgo cardiovascular tradicionales son la hipertensión, la diabetes, las dislipemias, la obesidad, el sedentarismo y el consumo de tabaco. Sin embargo, existen otros emergentes, como los ambientales; los padecimientos mentales –como ansiedad y depresión–; las infecciones por algunos virus, como VIH; las enfermedades autoinmunes, y las enfermedades oncológicas, con variaciones en función del tratamiento y el tipo de cáncer. “Los compartimos con el varón, pero, fisiopatológicamente, se expresan distinto en la mujer”, apuntó.
A su vez, existen determinantes sociales, como la educación, el estado civil, la situación de empleo, el estatus social, el rol social y la influencia cultural, que se suman a los determinantes biológicos, como el sexo, la edad, la raza, la genética y la historia familiar. 
Finalmente, hay factores únicos, también llamados “género-específicos”, como la menarca precoz, la menopausia precoz, el remplazo hormonal, la diabetes gestacional y la hipertensión arterial en el embarazo o preeclampsia, entre otros. 
Pese a esta multiplicidad de variables, no todas las calculadoras de riesgo contemplan la totalidad de los factores, sino que se centran en los tradicionales y en los biológicos. “¿Estas calculadoras de riesgo realmente calculan si dejan afuera las tres quintas partes de condicionantes que puedan generar enfermedad cardiovascular? Podemos tener enfermedad cardiovascular incluso con presión arterial normal, siendo joven y sin factores de riesgo tradicionales o determinantes biológicos”, contradijo Ghelfi. 
Algunas calculadoras de riesgo –continuó– tienen una visión “género-específica”, en los que se contemplan distintos factores y se recomienda pesquisar incrementadores de riesgo cardiovascular que pueden implicar procesos inflamatorios pasibles de ser crónicos. “Hasta cierto punto, puedo calcular, pero después, tengo que buscar”, explicó. 
La inflamación crónica de bajo grado lleva a disfunción endotelial, en la que se produce menos óxido nítrico, lo cual hace que las arterias se distiendan menos y se cree así el medio ideal para que se forme un ateroma. A través del mismo proceso, la inflamación crónica de bajo grado puede derivar en alteraciones de la distensibilidad arterial. 


Utilidad de los métodos diagnósticos 
Actualmente, la búsqueda ecográfica de la enfermedad vascular subclínica se centra en la detección de ateromas. Sin embargo, los ateromas representan una lesión crónica y avanzada en la arteria: una vez formados no desaparecen; puede estabilizarse con medicación o, de lo contrario, romperse y provocar un evento vascular. 
Antes de llegar a ese estadio, existen múltiples etapas en el proceso de enfermedad vascular, que comienzan con la lesión inicial, continúan con el depósito lipídico y progresan hacia la lesión intermedia. En la lesión inicial aún no se observan alteraciones macroscópicas, por lo que la arteria puede parecer normal, aunque su distensibilidad ya esté comprometida. La distensibilidad arterial tiene un componente funcional y, otro, estructural. El primero es la vasoconstricción por aumento del tono vascular, que, si no se aborda, comienza a generar cambios estructurales en la pared. Estos incluyen la degradación progresiva de las fibras elásticas; dado que el organismo no puede regenerar elastina en la edad adulta, está es reemplazada por colágeno tipo I y III, más rígidos, lo que conduce a la perdida progresiva e irreversible de la elasticidad arterial.
En consecuencia –prosiguió Ghelfi–, de la misma forma en que se puede tener aterosclerosis, se puede tener arteriosclerosis. Ambos procesos, que a menudo coexisten, comparten fisiopatología y están interrelacionados, son, sin embargo, diferentes, por lo que no pueden buscarse de la misma manera. 
Cuando la mujer ya tiene una lesión en la arteria deja de tener bajo riesgo de enfermedad cardiovascular. 


Investigación
El tema fue tratado por un grupo de profesionales integrado por Ghelfi, en una investigación en la cual participaron múltiples centros del país, con base en la pregunta de si las mujeres pueden desarrollar enfermedad en las arterias en ausencia de factores de riesgo tradicionales (los que habitualmente se tienen en cuenta en cualquier paciente independientemente de su genero), pero ante la presencia de factores de riesgo género-específicos y emergentes (es decir, los que no están incluidos en las calculadoras de riesgo). Para ello, buscaron a mujeres que no fueran hipertensas, diabéticas o dislipémicas, que no fumaran y que no tomaran ninguna medicación que pudiera modificar el estudio y les preguntaron si tenían enfermedades autoinmunes, si habían registrado hipertensión en el embarazo, si tenían infección por VIH, si habían tenido cáncer, alguna enfermedad hematológica autoinmune, algún padecimiento mental como depresión o ansiedad, o si habían tenido menopausia o menarca temprana. Si tenían o habían tenido alguna enfermedad, debía estar bajo control.
“Nos encontramos con que el 50% de las mujeres que tenían un factor de riesgo genero-especifico o emergente, aunque estuviera controlado, ya tenía enfermedad arterial, en comparación con menos del 1% de las mujeres que no los tenían”, informó Ghelfi. Precisó que las mayores diferencias en niveles de rigidez de la pared arterial fueron detectadas en mujeres menores de 40 años. 
Ante este escenario, la pregunta que formuló la expositora fue: “¿Quién ve a estos pacientes?”. “Porque para el reumatólogo, estaban en remisión clínica; para el oncólogo, se habían curado; para el cardiólogo, no estaban hipertensas; para el clínico, no eran diabéticas o dislipémicas, y para el obstetra, ya habían tenido su hijo. ¿Quién se ocupa de estas mujeres?”, añadió. 
“Seguimos adelante, incorporando cada vez más factores de riesgo y con más centros en esta investigación”, anticipó. 
Ghelfi concluyó, entonces, que no hay que salir a buscar la enfermedad a partir de la lesión más crónica y terminal de la arteria, sino que hay que hacer la indagación de manera precoz. 


Velocidad de Onda de Pulso
En sentido, señaló que la Velocidad de Onda de Pulso (VOP) mejora la predicción de riesgo cardiovascular, porque, a mayor VOP, hay más calcificación coronaria, menor índice tobillo-brazo, mayor hiperintensidad en la sustancia blanca y mayor microalbuminaria; por lo cual, aumenta el riesgo relativo de eventos coronarios, de eventos cardiovasculares, de stroke y de muerte cardiovascular. Se comporta –advirtió- como un factor de riesgo independiente, que aumenta entre un 13% y un 15% el riesgo cardiovascular por cada metro/segundo por encima del valor que debería tener. 
“A la luz de estos datos, el desafío es individualizar a las mujeres para pesquisar factores incrementadores del riesgo cardiovascular; esa tarea contempla ser asertivos para buscar enfermedad vascular incipiente con métodos precoces, como la VOP, para medir variables que se alteren tempranamente, y, finalmente, es preciso ser oportunos para actuar en consecuencia de lo valorado, porque la rigidez arterial se puede tratar y hay un periodo en el que es reversible, tanto por tratamiento farmacológico como por cambio de hábitos.   
“Tu futuro y el de tu paciente no está escritos, el futuro será lo que hagamos de él, así que tenemos la obligación de hacerlo bien”, fue la frase que eligió la especialista para cerrar.

 

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